Emilio Serrano

EXPOSICIÓN EN GALERÍA OCRE.  1992

Comentarios del poeta Carlos Clementson

     Quien se acerque a la obra de Emilio Serrano, ante todo y desde un primer momento, quedará sorprendido por la personal y sutil perfección de su dibujo. Un dibujo que yo me atrevería a calificar de “fundante”, porque, en esencia, él es quien realmente determina y establece el cuadro y funda la realidad plástico-pictórica que se abre ante nuestros ojos. Ante unos ojos que se iluminan por el asombro de la perfección, pero de una perfección  que va mucho más allá de las precisas y certeras líneas de sus grafismos. Pues sobre estas blancas y nítidas supoerficies, sobre estos soportes de madera preparada a la llamada “media creta” -técnica cuyo origen se halla en los maestros de la escuela holandesa y muy especial en Van Eyck-, Emilio Serrano desgrana demoradamente, con lucidez plástica no exenta de emoción, el panorama íntimo de sus recuerdos vividos, sus entrañadas y entrañables atmósferas del ayer, de su ayer, el orbe íntimo y recoleto de sus ensimismados interiores domésticos, de sus íntimas y reales ensoñaciones y recuerdos.

     Como leves fantasmas recuperados del pasado -y gracias a la intensa capacidad de sugestión plástica y emocional de este dibujo recogido y austero, de este dibujo genuino y certero- vemos cómo se alza y cobre forma el personal universo pictórico de este “egregio” artista cordobés. Y digo “egregio”, al margen de magnificaciones enfáticas, en el estricto sentido etimológico del término, es decir, de válido y valioso por sí mismo, del que se aparta de la espesa andadura de la grey o el rebaño, y marcha por su propia cuenta.

     Y esto Emilio Serrano lo logra muy especialmente gracias a esa misteriosa capacidad creadora y recreadora de su insólito y expresivo dibujo. Porque es, ante todo, su inusual don dibujístico el que lleva la voz cantante en esta sobria y bien temperada música de cámara, una música o armonía instrumentada por muy nobles maderas, de no muy excesivo brillo externo, mas de muy densas y aterciopeladas cadencias, de íntimas luces, sombras y silencios, de nítidos y sugeridores murmullos sobre el lienzo, o la exigente superficie de blancura silenciosa. Pues en este tipo de arriesgado dibujo sobre tabla, preparada como ya hemos dicho -una técnica que no admite ninguna clase de enmiendas ni arrepentimientos-, el trazo es irreversible y definitivo ya que no puede borrarse ni eliminarse el ya dado. Y ahí radica su tentadora  atracción y su reto, el desafio de lograr las máximas posibilidades con los mínimos medios. Ya que la técnica -magistral- utilizada en la mayoría de estos cuadros es la más elemental y ardua: la conformación plástica , a punta de lápiz, del concepto. Tan sólo eso, esa ascética parquedad de medios, pero un trazo justo, impoluto y certero, casi quirúrgico, capaz de dar forma y palpitación viva y real al pensamiento. Aunque no de una manera seca o cortante, sino impregnándolo  de muy melódicas sugestiones y silencios, de expresivos y memorables silencios que se expanden por la superficie del cuadro como las ondas sobre el agua. 

     Y sobre esta base “ a la creta”, en donde el puro grafismo explaya, sin lujos ni alardes, pero de una manera extraordinariamente intensa, todas sus preñadas virtualidades expresivas, unas sutiles y sobrias notas de color, en modo alguno decisivas -lo decisivo es la propia encarnadura formal y espiritual del dibujo-, unos palpitantes y aéreos aletazos de color coadyuvan al enriquecimiento cromático y estético de la obra, a la mayor densidad y vibración atmosférica de los temas.

     El lápiz en manos de Emilio Serrano adquiere entonces constituyente categoría de alígera batuta orquestal en manos de un exigente director: leve lápiz-batuta que sabe convocar o suscitar sobre el vacío o el blanco del silencio las más melódicas y cromáticas notas plásticas, una extraordinaria variedad de matices, de modulaciones, sonidos, de reverberaciones y de ecos.

     Pues esta concepción del dibujo, la teoría y el trazo dibujísticos de Emilio Serrano, no es la del dibujo entendido a la manera convencional y ancilar, subordinado a la prepotencia de las luces y del color, no es el mero y externo grafismo al servicio de unas formas modeladas posteriormente por el color, sino que es un dibujo dotado de una concitadora plasticidad de dimensión pictórica, y no meramente lineal.

     Se trata, pues, de un nuevo concepto del dibujo como pintura, capaz de conformar todo un orbe de entonaciones, de valores, que da al final un orden de modulaciones plásticas  y formales capaces de suscitar todo un mágico mundo emocional y climático. De este modo, cuatro o cinco trazos decisivos con algunas leves notas cromáticas pueden suscitar o expresar más, y más intensamente, que una radiante y clamorosa sinfonía de colores. Pues cuando el dibujo se inviste de emoción, de lucidez técnica, de penetración introspectiva, de capacidad de sugestión y de plasmación de climas y recuerdos vividos, a pesar de la forzosa austeridad de sus parcos medios expresivos, puede ser capaz de plasmar toda una compleja idea o atmósfera estéticas, como el óleo. Cuando el dibujo logra esta excelsa dimensión creadora, unos sinceros trazos, aunque de línea reflexiva y constante, pueden así configurar todo un mundo acabado y completo, autosuficiente, un poco como ocurre asimismo con la ascética y sugeridora pintura oriental, esa pintura caracterizada por su profunda y difícil simplicidad, hecha de sugestiones y silencios, cuya técnica y concepción estéticas, su especial manera de mirar, ya suponen una distinta concepción del mundo, basada en una filosofía diferente, a la de los maestros de Occidente.

     Y al igual que esta pintura oriental, en su alquitarada y esencial parquedad de recursos, no obstante, puede brindarnos una completa y fidelísima concepción y expresión del mundo, el ascético dibujo de Emilio Serrano es también capaz de crear, sobre todo, una particular atmósfera de emoción con sus aparentemente pobres medios técnicos o materiales, una especial tensión plástica que apoya o refuerza, o mejor, conforma a todos los efectos el contenido, completo y autosuficiente, de la idea.

       Carlos Clementson. 

Juguetes rotos.  1991    Dibujo sobre tabla

Juguetes rotos

Claustro de infancia.  1990    Dibujo sobre tabla

Claustro de infancia

Niño de la suerte.  1990    Dibujo sobre tabla

El niño de la suerte

Primera Comunión de Mª.Dolores.  1982    Dibujo sobre tabla

Interior en dos tiempos.  1989    Dibujo sobre tabla

La primera comunion de Maria Dolores Interior en dos tiempos

¿A quién pediremos noticias de Córdoba?  1989    Dib. sobre  tabla

Maternidad andaluza.  1990    Dibujo sobre tabla

¿A quien pediremos noticias de Còrdoba

Las fuentes del recuerdo.  1990    Dib. sobre tabla

Las fuentes del recuerdo.
Maternidad andaluza

Frutero con uvas.  1991    Dibujo sobre tabla

Frutero con uvas.
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